escritura libre 01: jueves

jueves


Cuatro y cuarenta y se despegan mis párpados. A las cinco de la mañana nuestro amigo —el nuevo marido, nos recogerá para llevarnos a la estación de trenes de Weifang; a dos horas de Zhucheng. Luego de una ducha obligatoria, a las cuatro cincuenta y seis nos llama pidiéndonos bajar. A las cuatro cincuena y nueve golpea la puerta. Nos cuenta que las celebraciones deben continuar y hoy visitarán, como nuevos amantes, a los que ya están bajo siete capas de tierra por lo que ha pagado ciento ochenta yuanes por un taxi ilegal para que nos lleve hasta la estación de trenes. Nos abrazamos y despedimos de la manera más veloz que me he despedido de alguien en la vida

El conductor, quien expele baijiu de cincuenta grados por los poros insiste en cargar nuestra maleta y yo como buen aprendiz insisto en que puedo levantarla para luego entregársela y darle el premio mayor que es salir con la suya. Llegamos a un peaje. El cual evade para no pagar. Lo que el taxista desconoce es que sólo se paga en la vía contraria, o quizás lo sabe y pretende aparentar lo genial y ahorrativo que es. Resumiendo el viaje: el taxista frena cada cien metros y bocinéa al que tenga por delante. No he podido pegar nuevamente los párpados. Llegamos luego de una hora y veinte minutos, antes de lo establecido ya que a ciento treinta kilómetros por hora y pisteando espléndidamente, la matemática coincide

El tren se detiene en la primera estación. Un pueblo más pueblo que donde celebramos por dos días. En diez segundos el vagón vacío es colmado de personas; pisoteos, palabreo, golpes, bolsas, regalos para los suyos -esas cajas llenas con esnacs que venden en las estaciones con la justificación del producto local. Y una cincuentona que grita dando órdenes al marido sometido que seguramente compró su bolso por veinte yuanes y le dijo que costaba unos miles. Al tercer grito que llegó diractente a mi caracol izquierdo pronuncié muy bien un par de palabras para advertirle de sus exagerados decibeles. Al tercer llamado de atención de mi parte —ya que ignoró los dos primeros, ha dejado de gritar

Durante dos horas exactas, el tema de conversación de ella y sus dos amigas quienes sobrepasaban los cien kilos cada una fue: los extranjeros, americanos, inglaterra y lo feo que mi bolso es. El sonido local y la escasez de putonghua no podía más. Y efectivamente es un familión de diez en el gaotie —por quinientos yuanes cada boleto, que ahora no para de dar sus opiniones sobre el dólar y los europeos

La hora de comer ha llegado y nuevamente todos juntos se mueven a buscar agua caliente para los fideos instantáneos que de pasta no tienen ni la apariencia. Las estampida desorientada busca agua desesperadamente. Porque el primero en obtenerla seguramente tendrá el placer de dar el sorbeteo inicial de la competencia. Todos concluyen al unísono y la calma regresa al vagón

Mi esposa se ha convertido en rebelde; comer luego de que todos terminen es una gran hazaña. Han despertado todos de la siesta obligada. Tumbados por esos fideos plásticos durante dos horas. Comer sentados, en asientos reclinables y con toda la familia es la máxima expresión de lujo

escrito originalmente el 15 de diciembre del 2014