una pequeña casa, una segunda oportunidad parte dos

al cruzar el portal de abuelas y mamás, el otro lado lucía tranquilo y silencioso. pero el silencio era dolor; esas cien personas que viajaban conmigo eran en realidad cien historias que comenzaban a escribirse. quién sabe qué ni cuál sería la primera frase de cada historia. es fácil imaginar de manera incorrecta; es todo incierto

caminé disfrutando la libertad; la libertad de no cargar cincuenta kilos conmigo pues esas maletas, a pesar de tener ruedas, no se movían cómo yo quería porque estaban llenas. mientras esperaba el llamado a abordar, recordé que necesitaría la dirección de la universidad a la que iba y decidí anticiparme y copiarla desde mi teléfono detrás de la tarjeta de embarque

busqué mi asiento entre carcajadas y palabrerío; carcajadas nerviosas mías. esperando perfección en cada pequeño trazo, tardé treinta minutos en dibujar treinta letras en mandarín. levanté mi cabeza y busqué a alguien que pudiese decirme si lo que escribí era identificable y asumiendo que cualquier asiático sería nacional chino le pregunté a mi compañera de fila en el avión: está correcto; escribes muy bien, dijo. respiré tranquilo

luego me di cuenta que googlear direcciones mientras uno embarca no es la mejor idea porque googlee la dirección de la universidad de wuhan y no la dirección de la universidad tecnológica de wuhan por lo que todo lo que escribí en mandarín detrás de mi tarjeta de embarque estaba bien pero para llegar a otra universidad y esto creó un gran inconveniente. habían cuarenta y dos grados con cien por ciento de humedad y yo había llegado al campus universitario incorrecto y debía buscar un taxi que me llevara al correcto. ya había comenzado a escribirse mi historia

originalmente escrito el 15 de septiembre del 2010, desde la residencia para estudiantes internacionales de la universidad de tecnología de wuhan